lunes, 16 de julio de 2012


Nuevamente les compartimos un capitulo del excelente libro de Adrian Paenza ¿Y esto también es matemáticas? Basta leerlo para entender como la realidad argentina se parece mucho a la mexicana. Esperamos sus comentarios al respecto.

La matemática en Finlandia
Todos los años, inexorablemente, hay un momento en el que los medios de comunicación entran en una suerte de estado de pánico con respecto a la matemática. Por supuesto, dura un par de días, nada más, y suele coincidir con el momento en que se conocen los resultados de las estimaciones anuales que se hacen
sobre el nivel de la matemática en el país.
Ignoro la razón, pero en la Argentina el lugar de donde suelen provenir estos datos está situado en La Plata. No sé bien por qué, pero históricamente pareciera que los problemas se concentraran allí. Los diarios nacionales “levantan” la noticia, los programas de noticias de la mayoría de las radios azotan durante todo el día con los resultados, los noticieros de televisión amplifican todo un poco más, un montón de supuestos expertos somos consultados sobre “dígame qué pasa”, o “por qué pasa”, cada uno de nosotros da una opinión que cree diferente y que puede colaborar, y ¡hasta el año que viene! Algunos se rasgan las vestiduras un poco más, ministros de educación de diferentes provincias tienen reuniones con sus asistentes más cercanos, vuelan las fotocopias de los diarios reproduciendo los números del desastre, las convocatorias urgentes para entender el tema con los gabinetes psicopedagógicos, los asistentes más  encumbrados, la matemática moderna, la antigua, las computadoras en el aula, etcétera, etcétera. Y ni qué hablar cuando el país compite con estudiantes de otros países: pareciera que los argentinos no supiéramos  leer, ni escribir ni hacer cuentas elementales. Aparecemos abrumados por lo bien que les va a todos los otros países y acurrucados en un rincón ante la comparación que siempre nos resulta adversa, aun con naciones menores, pequeñas, que parecieran enrostrarnos nuestras incapacidades.
¿Y entonces? Como esto sucede inexorablemente todos los años, quiero reproducir algunos datos que me resultaron interesantes. Quizás a usted también. Sígame por acá. Hay un programa internacional llamado PISA que evalúa  las capacidades de alumnos de 30 países.17 Se inició en el año 2000 y se hace cada tres años. Primero correspondió a lectura, en el 2003 a matemática, y en el 2006 a ciencia en general. En el 2009 se repitió la experiencia con lectura, y así continuará con el de matemática en el 2012. El análisis de los resultados lleva aproximadamente un año y medio y son consideradas las estadísticas más importantes y respetadas del mundo. En promedio, se evaluaron 275.000 alumnos de entre 15 y 16 años.
Dicho esto, quiero comentar algunos de los resultados y luego la/lo invito a algunas reflexiones.
• Hay seis países que están constantemente entre los 10 primeros: Finlandia, Canadá, Japón, Holanda, Australia y Nueva Zelanda.
• De los países que participaron en la evaluación sobre matemática en el año 2003, Estados Unidos apareció en el lugar 23. En el 2006 ocupó el lugar 21 en ciencia y 28 en lectura y resolución de problemas en el 2009.
• Y solamente el 1% de de esos alumnos estadounidenses entre los jóvenes de 15 años demostró que podía competir al más alto nivel, y fue superado por 27 países en todos los otros niveles en que fueron evaluados.
Destaco los resultados obtenidos por los alumnos estadounidenses por dos razones: es el país más grande en número de habitantes de los que participa y porque en Argentina tenemos la tendencia de compararnos constantemente con todo lo que se hace allá.
Ahora, el caso que más me importa compartir con usted. Finlandia es un pequeño país en Europa (su superficie es de apenas el doble en tamaño que Uruguay). Viven allí alrededor de 5.400.000 personas (versus 3.700.000 uruguayos). Sin embargo, no importa cuál sea el método utilizado para medir el nivel de sus estudiantes, junto con Singapur ocupan sistemáticamente los dos primeros lugares. Naturalmente, los otros países (a quienes les interesa la educación) quieren saber por qué. ¿Qué hacen los finlandeses de diferente? Acá, algunas respuestas.
• Ser maestro en Finlandia no es un trabajo, es una profesión.
• De acuerdo con la última encuesta nacional, no es una profesión cualquiera, sino que está entre las tres más respetadas y es la primera a la que aspira cualquier joven.
• Para alcanzar esa posición dentro del país el recorrido de un aspirante es equivalente al de terminar una carrera universitaria para nosotros.
• De la misma forma que un médico necesita(ría) de una actualización constante, lo mismo sucede con los maestros allí: se los entrena y monitorea su evolución. Sus propios pares evalúan si está en condiciones de continuar en la profesión, tal como sucede en los concursos de renovación de profesores universitarios en la UBA.
• Saber enseñar es una cualidad imprescindible. Y hay que demostrarlo.
Y dejé para el final lo que imagino que usted está pensando: los maestros tienen una de las profesiones mejor remuneradas en el país, equivalente a la de un ingeniero o un médico.
Varios países del mundo han convocado a quienes lideran los programas tanto en Finlandia como en Singapur. Algo hacen distinto. Personalmente, no creo en las evaluaciones o competencias entre alumnos para decidir nada. Pero no puedo ignorar el dato. Existe. Y no es del aquí y ahora, sino que viene sucediendo desde hace más de una década. Lo que sí me importa subrayar es que tanto en Finlandia como en Singapur la educación importa. Importa a nivel estatal, gubernamental y está instalada en la sociedad.
Y si se trata de discutir los temas para enseñar, la idea es reducir la cantidad pero mejorar la calidad. Cambiemos la mentalidad; históricamente tratamos de cubrir un kilómetro de ancho pero con un centímetro de espesor. La propuesta es revertir esas dimensiones. En lugar de pensar en programas que cubran 50 tópicos, es preferible seleccionar adecuadamente 15 y discutirlos en profundidad a lo largo del año. Y, por supuesto, convocar a la comunidad matemática esparcida por el país para que dé su opinión, pero que también tenga voto.
En todo caso, si hay algo en lo que me gustaría parecerme a Finlandia (o Singapur) es en eso, en haber detectado que la forma de trascender como país y defender la independencia es a través de la educación pública, gratuita, laica y obligatoria. Pero también de calidad. Y para lograrlo hace falta la voluntad política
de hacer el cambio. Para eso hace falta INVERTIR en educación, incrementar mucho todos los presupuestos y elaborar un plan para los próximos cinco años, en principio, con miras a revertir lo que sucede hoy en la próxima década.
Pero la mejor forma de ejemplificar lo que le representó (y representa) a Finlandia la decisión que tomó respecto de la educación en general, y la matemática en particular, es la siguiente. Intuyo que usted escuchó hablar de la firma Nokia. Le refresco un dato: es —entre otras cosas— la mayor productora de teléfonos
celulares en el mundo. Nokia es finlandesa. Tiene 123.000 empleados distribuidos en 120 naciones y vende sus productos en 150. En el año 2009 declaró una ganancia de 1.600 millones de dólares. ¿Se imagina si Argentina pudiera proveerle al mundo algún producto que requiriera del añadido de nuestro conocimiento y no solamente cuero, soja, minerales y carne? Es decir, un país que tiene la octava parte de habitantes que nosotros es capaz de crear con su valor agregado un producto que instala en el globo y se transforma en líder en el mercado. De eso se trata también. Eso —su educación— le permite a un país instalarse en el mundo, penetrar en los distintos mercados, hacerse competitivo, generar fuentes de trabajo califi cado, abrir fábricas y tener una sociedad educada.
Es hora de dejar de pensar siempre que el problema es la matemática o que son los alumnos. Ninguno de los dos, la matemática que se enseña atrasa y es aburrida. No es la verdadera matemática que es plástica y creativa. Y tampoco son los alumnos los responsables de lo que nosotros hacemos con ellos. Los maestros
hacen y han hecho lo que pueden y pudieron. Pero lo que otros advirtieron es que la única forma de progresar es —y lo escribo de nuevo— a través de la inversión en educación. No hay otra.
Quizás en ese momento, y espero que no sea en un futuro muy lejano, las noticias que llegan de La Plata ya no sean tan catastróficas. Eso sí, los medios tendrán que buscar con qué reemplazarlas. No creo que tengan problemas: siempre habrá alguien bailando por un sueño.

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